El Tahuantinsuyo, como se le conoce al dominio territorial, político, social y militar que la civilización incaica mantuvo en el suroeste de lo que hoy se conoce como el continente americano, estuvo sostenido por varios pilares de vital importancia. Entre ellos se destaca uno en especial: la distribución del trabajo y sus relaciones en cuanto a los oficios. Por ello es que el objetivo del presente artículo se centra en divulgar, de una forma amena, el conocimiento histórico existente sobre una de las bases que sostuvieron a esta civilización.
Machu Picchu.
I-La alta organización Incaica.
El Ayllu.
El Ayllu sirvió como forma de organización comunal en las tierras donde culturas andinas preincaicas llegaron a vivir, siendo una estructura que se consolidó en estos territorios mucho antes de que los primeros Incas llegasen al Cuzco. Una vez el Imperio incaico echara cimientos, adoptaría al Ayllu como su forma predilecta de organización territorial y poblacional.
Un ayllu se puede entender como un grupo de personas que comparten un territorio determinado y que están unidas por un conjunto de relaciones, tales vínculos se podrían dar de diversas formas: la principal era la del vínculo de sangre, el cual significaba que los aylluni se consideraban pertenecientes de un mismo linaje y por ende parientes; el segundo vínculo de mayor importancia entre los pobladores era el territorial, ya que habitaban un conjunto de terrenos que llevaban el nombre específico de marka. Otro de los vínculos que unían a estos pobladores en un Ayllu era el religioso, en donde adoraban a un mismo conjunto de deidades; y el del idioma, en donde además del quechua cada Ayllu tendía a dominar otro dialecto proveniente de la región habitada. En resumidas cuentas, esta estructura estaba conformada por un conjunto de personas, que se sentían relacionadas entre ellas, que compartían un mismo territorio y unos mismos oficios dependiendo de la región ocupada.
Estructuras de una población incaica de la época, se pueden apreciar kanchas en ella.
Ahora, se sabe que el Tahuantinsuyo estaba así conformado por miles de Ayllus distribuidos por todo el imperio. A la cabeza de cada Ayllu se encontraba la figura del Curaca, quien cumplía la labor de jefe administrativo y se suponía era el miembro más longevo de ese linaje colectivo del cual todos los habitantes del Ayllu se sentían parte, por lo que el curaca generalmente era el hombre de mayor edad en la comunidad y se desempeñaba como conector entre la administración incaica del Cuzco y la comunidad étnica que representaba (Estos generalmente eran quienes llevaban a las autoridades cuzqueñas los tributos del ayllu y se regresaban con suministros para repartir entre la población). Así estos hombres eran los encargados de toda la administración del Ayllu, o sea, la seguridad de la comunidad y la organización de los trabajos comunitarios.
Existe un consenso académico sobre la figura del Curaca y es que estos personajes existían en las comunidades andinas siglos antes de la formación del Tahuantinsuyo, en otras civilizaciones indígenas a este tipo de líderes comunitarios se les conoció como caciques una vez llegasen los europeos al continente. (Temoche Cortez, 2016: 67)
La especialización por ayllus, dedicados unos a la agricultura, otros al pastoreo, otros a las artes manuales (cerámica, carpintería, metalurgia, textilería, etc.), que se acentúa y define cuando nacen las confederaciones tribales y se convierte en parte del mecanismo económico bajo el Estado de los Incas. (Puga, 1955: 89)
De esta manera, se puede elaborar una imagen de la organización de esta unidad de producción; donde pequeños núcleos familiares relacionados entre sí por un mismo linaje y organizados por la figura del curaca, conformaban una comunidad que habitaba una marka incaica. Todos estos habitantes tenían labores bien marcadas dentro de la comunidad, es por ello que se inicia el párrafo hablando de una unidad de producción, ya que el Ayllu lo era, y contaban con diversas formas de trabajo como lo eran el Ayni, la Minka y la Mita.
La división del trabajo: Ayni, Minka y Mita.
Los habitantes del Ayllu, además del trabajo por su manutención propia, tendían a organizarse en las siguientes tres formas de producción:
En primer lugar, el Ayni: este era un sistema de organización que se centraba en la reciprocidad entre los núcleos familiares dentro de un Ayllu. Por ejemplo, el núcleo familiar A, un día en específico colaboraba en la construcción de una casa que sería habitada por el núcleo familiar B, a cambio de eso, el próximo día, el núcleo familiar B colaboraría en las actividades agrícolas en los terrenos del núcleo familiar A para el beneficio de este. El ejemplo anteriormente señalado puede mostrar de forma didáctica como los habitantes del Ayllu se organizaban en Aynis en cuanto a su modo de producción. Esto nos habla igualmente de la idiosincrasia de tal sociedad, en la cual entre núcleos familiares e individuos se prestaban ayudas que le serían correspondidas de forma recíproca más adelante.
Los trabajos pesados como los de la agricultura o la construcción de casas eran realizados mediante un esfuerzo colectivo. (…) Todos los hombres de la comunidad se movían en filas, barbechando o cosechando, y las mujeres seguían detrás, plantando o recogiendo (Murra, 1978: 65)
Ilustración de andenes incas siendo cosechadas.
En segundo lugar, la Minka: esta se puede analizar a partir de la cita anteriormente reseñada, la misma era la forma de producción en la cual los habitantes competentes del Ayllu trabajaban en favor de las tierras comunales y en las tierras del Sol (estas eran las tierras cuyo control estaba bajo la organización sacerdotal). Se organizaban estos grupos de hombres de forma rotativa y en donde familias enteras asistían a cumplir labores determinadas, ya fueran en cuanto a la producción agrícola, minera o arquitectónica.
Ningún habitante apto para el trabajo del Ayllu se podía negar al trabajo de la Minka, ya que esto era tomado como una obligación indispensable para el poblador y quien no cumpliese con esta responsabilidad podría ser expulsado de su Ayllu.
Por otro lado, el Curaca era el encargado de organizar los trabajos mediante la minka, además de repartir la comida, la bebida y la coca a los ayllunis que colaboraban. Luego de culminar una jornada de trabajo se organizaban grandes banquetes para celebrar, lo que demuestra que las celebraciones y los banquetes eran comunes en el día a día de la población (Temoche Cortez, 2016: 51)
Puente colgante de la época.
Más allá de la forma de producción vista en la Minka, esto nos muestra una vez más como era el pensamiento predominante de la sociedad incaica, relacionada a los servicios al protoestado y a la comunidad sin problema alguno, esto ya que “El trabajo era una exigencia natural, revestida de autoridad moral, religiosa, económica y política (…) creador de valores económicos y culturales” (Puga, 1955: 88)
Por último, tenemos a la Mita: mientras que el Ayni como ya se mencionó se centraba en la prestación de servicios entre ayllunis, y la Minka a favor de la producción comunitaria en el Ayllu, la Mita se centró en el trabajo comunitario en pro de la estructura estatal incaica. Acá se prestaba el servicio por turnos en labores de construcción o agricultura, esta última dentro de las tierras del Inca (estas eran todas las tierras y beneficios de las mismas que se producían en favor del Inca y la nobleza), dándose el ejemplo de la construcción de un nuevo puente o camino. Cabe acotar que a esta forma de trabajo solo podían asistir los hombres casados que tuvieran entre 15 y 50 años.
El cronista de la época española en el Perú, Juan de Betánzos, deja para la posteridad un ejemplo sobre la mita, en donde el Inca se reunió en reiteradas ocasiones con los curacas y les asignó la tarea de reparar dos arroyos cercanos al Cuzco para evitar que en épocas de lluvia los mismos se desbordaran y afectasen las plantaciones. Los curacas realizaron la tarea con pobladores de los Ayllus que lideraban, lo que demuestra un claro ejemplo de un trabajo realizado bajo la prestación de servicios que los ayllunis le daban al Inca, es decir, un ejemplo de la Mita. (de Betánzos, 1551: 77-78)
Organización poblacional.
Una vez que se ha podido conocer a fondo la estructura comunitaria incaica y su división del trabajo, ha llegado el momento de profundizar en mayor medida como se distribuían estas labores y oficios dentro de la población del Tahuantinsuyo.
Un canal que lleva agua a una antigua población incaica, sigue funcionando en la actualidad.
La comunidad étnica se hacía responsable de los ancianos, las viudas, huérfanos, los enfermos y los inválidos. Su condición no les impedía recibir el correspondiente lote de tierra, pero, puesto que no podían cultivarlo, la comunidad lo hacía por ellos. (Murra, 1978: 138)
Es importante señalar que, aunque estos grupos no podían trabajar sus tierras respectivamente, estas eran trabajadas y mantenidas por la comunidad para el sustento de los primeros. A los ancianos, como a los enfermos y a los inválidos se les asignaban … “tareas auxiliares, pero las que requerían menos esfuerzo y más criterio: cuidado y supervisión de los almacenes, mantenimiento del registro y cosas por el estilo”. (Murra, 1978: 150)
Mario Puga también señala este tipo de organización, sobre todo con el papel de los ancianos dentro del Ayllu, este menciona que “Los ancianos de más de 60 años eran sustentados permanentemente por el Estado, de cuyos depósitos recibían ropas, calzados y alimentos. (…) realizaban labores auxiliares en los trabajos agrícolas, como cuidar el riego” (Puga, 1955: 122)
En cuanto a las mujeres aptas para el trabajo, se sabe que estas solían acompañar a sus esposos en sus cuadrillas de oficio, además de cumplir labores de textilería y agricultura para el sustento familiar. Por otra parte, también se ha conocido que a cada núcleo familiar el Inca le otorgaba una cantidad de tierras para su sustento, denominándose tupus. Se ha calculado que un tupu podría rondar los 2000 metros cuadrados; por cada hombre se le otorgaba un lote o tupu a la familia, por cada mujer se otorgaba medio lote o tupu.
De igual forma, y conociendo ya las diferentes divisiones del trabajo incaico es importante recalcar que, de las tres formas (el Ayni, la Minka y la Mita), se producían excedentes de todo tipo que eran almacenados por los representantes del sistema político y administrativo dominante. Por ejemplo, de estos excedentes se ha podido observar que salían las ayudas para los ancianos, pero todos estos excedentes también eran utilizados para la prevención comunitaria.
Los excedentes de la producción que se dedicaban a las épocas de emergencia y al abastecimiento de los hombres que hacían servicio militar o rendían trabajos extraordinarios de defensa de la comunidad, como en los casos de inundaciones, sequias, plagas, etc. (Puga, 1955: 77)
Así se observa como los excedentes eran acumulados para momentos de emergencias en el Tahuantinsuyo, y de igual manera para la provisión de los hombres que prestaban sus servicios a la comunidad ante estos acontecimientos.
El Inca, entonces, figuraba como el gran redistribuidor. Todos los productos confeccionados eran enviados a la ciudad capital y desde ahí el Inca dirigía su distribución a las provincias y organizaba las donaciones de acuerdo a las necesidades de los curacas. (Temoche Cortez, 2016: 51)
Terrazas de Huayna Picchu.
Consideraciones finales.
Como originalmente se mencionó, el artículo buscaría la divulgación y el mejor entendimiento de las relaciones y la división del trabajo en el Tahuantinsuyo, este recorrido ha debido dejar en el lector un acercamiento mucho mayor a esta cultura originaria de América. Se ha buscado hacer un estudio de todas esas bases o pilares sociales que influyeron en la expansión y consolidación del Tahuantinsuyo, entendiendo así que la grandeza de la civilización incaica ha pasado por sus meras bases; un modo de organización comunitario tan eficiente como el Ayllu, la división del trabajo realizada en la Mita, Minka y el Ayni, esa base poblacional que cargó con el Imperio, esas personas que con complejas formas de organización trabajaban la tierra, extraían los minerales y contribuían con la construcción de la infraestructura del imperio. Sin todos estos factores esta importante civilización en la historia de la América indo originaria no hubiese podido trascender como lo hizo.
Aunque la lupa se posicionó sobre la división del trabajo, hay al menos otros dos pilares esenciales a la hora de estudiar la consolidación de la civilización incaica; su agricultura y su ingeniería. La explotación agrícola significó, quizá, el pilar de mayor importancia para la expansión, consolidación y sostenimiento de esta civilización a través del tiempo. Tales labores giraban en torno a un calendario singular estudiado en la contemporaneidad por Louis Baudin y tomado de las crónicas de Poma de Ayala. La comprensión de la agricultura incaica también debe pasar por estudiar sus andenes o terrazas; obras que se construían por el grueso de los pobladores, para convertir una superficie en pendiente en superficies horizontales (moldeando el entorno físico), esto con la finalidad de manipular de mejor forma el agua de lluvia por medio de canales utilizados en estos andenes y así nutrir el debido proceso de los cultivos.
La existencia y supervivencia de una estructura político-social como la del estado inca dependió tecnológicamente de una agricultura capaz de producir sistemáticamente excedentes después de satisfechas las necesidades de subsistencia del campesinado. (Murra, 1978: 45)
Terrazas o andenes incas, en la actualidad muchos de ellos siguen en pie.
La ingeniería incaica por otro lado, dejó importantes obras que tenían como fin sortear la difícil realidad geográfica de la zona en la cual está civilización se estableció. El de los andenes o terrazas es un ejemplo de esto, pero también se puede observar en su red de caminos que podía vincular miles de kilómetros entre las ciudades más prominentes. Los famosos puentes colgantes tirados por sogas, construidos generalmente de forma rápida por parte del trabajo comunitario de los poblados en la Mita, sirvieron como el punto de conexión más transcendental entre todos estos caminos. Por ello aquí radica la importancia de la arquitectura incaica y las construcciones de las infraestructuras que ayudaban a mantener desde sus bases el poder del Inca, y esto se ejemplifica cuando una noticia que se originaba en Quito podía llegar al Cuzco en poco más de una semana gracias a los chasquis (Estos eran los mensajeros del Tahuantinsuyo, encargados de transportar de manera oral y por medio de quipus los mensajes).
Canales que surtían de agua a los andenes.
Es sustancial hacer la siguiente observación, ya que han habido autores que han hablado del Tahuantinsuyo como si hubiese sido una civilización comunista, esto por toda su organización y equidad social. Ejemplo de ello es el del escritor peruano José Carlos Mariátegui, o de incluso, Louis Baudin, autor que fue citado reiteradamente en el presente artículo. Por ello se debe hacer la presente acotación, y es que desde el punto de vista historiográfico y metodológico, al hacer una aseveración así (referirse a la sociedad incaica como una sociedad comunista o socialista) se está cayendo en una prolepsis histórica grave, ya que no se puede hablar de una sociedad comunista en pleno siglo XV o tachar de socialista a una civilización precapitalista. Tales afirmaciones podrían estar sesgadas desde lo político, aun así, desde el oficio del historiador no se podría caer en ellas, ya que decir que el Imperio Incaico fue una sociedad comunista o socialista es algo tan anacrónico como asegurar que el propio Túpac Yupanqui leyera a Marx o a los autores socialistas premarxistas.
Fuentes consultadas.
BAUDIN, Louis, La vida cotidiana en el tiempo de los últimos Incas, Hachette, 1955. 311p.
BAUER, Brian, El desarrollo del estado inca, CERA Editorial, 1996.
ESPINOZA, W. (1997) Los Incas. Economía, sociedad y Estado en la era del Tahuantinsuyo, Amaru Editores.
LOPEZ SANCHEZ, J. (1997) Las civilizaciones aborígenes en la América Prehispánica.
MURRA, J. (1978) La organización económica del Estado Inca, Siglo XXI editores.
REX GONZÁLEZ, A. (1980) Patrones de asentamiento incaico en una provincia marginal del Imperio. Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropología, vol. 14.
PUGA, M. (1955) Los Incas (Sociedad y estado), Centauro.
ROSTWOROWSKI, M. (1995) Historia del Tahuantinsuyo, IEP Ediciones.
TEMOCHE CORTEZ, P. (2016) Breve historia de los Incas, Nowtilus.
VERGARA, T. (2000) Historia del Perú: Tahuantinsuyo: el mundo de los incas, LEXUS.