¿Sabías que…?

Los orígenes y fundación de la ciudad romana de Baetulo

El objeto del presente artículo es realizar un breve estado de la cuestión sobre los orígenes y fundación de Baetulo, una ciudad romana fundada en el siglo I a. C. en la provincia de la Hispania Citerior sobre la que hoy en día se asienta Badalona.

Para ello, centraremos nuestro margen temporal especialmente en los siglos III, II y I a. C., momento en que los romanos conquistan el noreste de la Península Ibérica, se asientan en la costa layetana y fundan nuevas ciudades para centralizar la administración y controlar el territorio, siendo una de ellas Baetulo.

A pesar de tratar los momentos previos a la llegada de los romanos (siglos V – III a. C.), el núcleo del trabajo lo ocupará la fundación de la ciudad y su etapa inicial republicana. El período imperial posterior se mencionará brevemente pero no será estudiado en detalle, a fin de no sobrepasar los marcos del trabajo previamente establecidos.

 

2. El contexto layetano previo al siglo II a. C.

Antes de la llegada de los romanos en el siglo III a. C., el territorio layetano ya contaba con una relevante presencia demográfica que se remonta al surgimiento de la Cultura Ibérica a finales del Siglo VII-VI, cuando una serie de comunidades de tipo urbano, con una estructura político-social organizada, lengua y escritura propia, cronológicamente ubicadas en la segunda edad del hierro, se establecen en la franja mediterránea de la península ibérica (Comas, Padrós, 1992: 5).

Estas comunidades, especialmente durante el ibérico pleno, también se establecerán en el espacio geográfico conformado por las actuales ciudades de Badalona, ​​Santa Coloma de Gramenet y Montcada i Reixac, donde tenemos evidencias arqueológicas de varios poblados en altura (Turó de can Guillemí, Castellruf, Turó de Les Maleses) que documentan en claridad una población indígena relativamente nutrida anterior a la conquista romana (Guitart, 1976: 239). A la presencia urbana en colinas –característica de la sociedad ibérica– también hay que añadirle una importante ocupación en las zonas agrícolas de las llanuras cercanas al río Besós, hipótesis «lógica» con la que ya se especulaba en los años setenta (Guitart, 1976: 241) y que recientemente ha sido materialmente confirmada por los hallazgos en Can Calvet (Santa Coloma de Gramanet) y Coll y Pujol (Badalona), esta última muy cerca de la futura Baetulo donde se ha encontrado sobre restos romanos posteriores un pequeño establecimiento ibérico junto a un camino datado entre finales del siglo V e inicios del IV a. C.

Aparte de estos poblados situados en las partes más elevadas de la Serralada de Marina, localizamos una «segunda línea» conformada por una serie de núcleos urbanos instalados en puntos medios desde donde se controlaba mejor la línea costera y la desembocadura del Besós. Dentro de este segundo grupo de poblados encontramos el Puig Castellar (Santa Coloma de Gramenet), el Turó de Montgat y el Turó d’en Boscà (Badalona), siendo este último el asentamiento más cercano a la ciudad de Baetulo (Guitart, 1976: 241) y con una clara vinculación cronológica entre ambos.

El Turó d’en Boscà, situado cronológicamente entre los siglos IV – II a. C. (Guitart, 1991: 21), estaba situado entre las rieras de Canyet y Pomar, en una elevación estratégica de 198 metros sobre el nivel del mar, desde donde se controlaba la llanura donde actualmente se ubica la ciudad de Badalona, el llano de Barcelona y la entrada de una de las vías de comunicación más importantes del área: el río Besós, que enlazaba la costa con el interior (Comas, Gurri, 2003: 15).

Imagen 2: Poblado ibérico del Turó d’en Boscà con vistas a la actual ciudad de Badalona (Museu de Badalona).

El poblado se construyó adaptándose a la topografía del terreno. En una primera fase urbanística (segunda mitad del siglo IV) se produce la construcción de la muralla y muy probablemente de creación del entramado urbanístico. Durante el s. III la estructura urbanística se mantendrá sin grandes cambios, destacando la construcción de una torre rectangular adosada a la muralla, unas escaleras y una posible torre redonda (Rodríguez, 2009: 17).

El conocimiento sobre el yacimiento, que apenas se ha excavado en un 10 o 20%, es muy escaso. Su extensión no superaría las 2-3 hectáreas. Al igual que Baetulo, el urbanismo del poblado tuvo que adaptarse al terreno mediante la construcción de terrazas sostenidas por muros para poder construir adecuadamente. El Turó d’en Boscà se abandonó entre finales del siglo II e inicios del I a. C., coincidiendo con el momento fundacional de Baetulo (Comas, Gurri. 2003: 15).

Por lo que respecta al control del territorio antes de la fundación de la ciudad romana, cabe destacar dos elementos importantes:

Por un lado, debemos contextualizar el yacimiento del Turó d’en Boscà y los demás de la zona dentro de la organización territorial y política ibérica del noreste peninsular, que solía implicar la existencia de poblados «centrales», que ocupaban un papel de capitalidad, y otros de tamaño más bien pequeño dependientes de los primeros. En el caso de Layetania, los yacimientos como el Puig Castellar o el Turó d’en Boscà eran muy probablemente dependientes de otros mayores como el Poblado ibérico de Burriac (Cabrera de Mar) o Barkeno (Barcelona).

Por otra parte, a diferencia de los procesos de formación urbana que vemos en ciudades como Tarraco, en el Turó d’en Rosés (futuro establecimiento de la ciudad romana) no sólo no tenemos ninguna evidencia de poblamiento ibérico anterior a la fundación de Baetulo, sino que tampoco se han hallado restos de algún posible praesidium, campamento militar, castrum o torre de vigilancia cercano a la zona anterior a la fundación de la ciudad romana.

En cualquier caso, el control de la región en período pre-romano se ejercía a partir de los poblados ibéricos en colinas (Turó d’en Boscà, Puig Castellar, Les Maleses,…) que también extendían su presencia en las llanuras cercanas a la costa, lugar donde practicaban la agricultura.

Como veremos a continuación, los pasajes de autores clásicos como Pomponio Mela sobre la región también pueden aportarnos detalles e información sobre el contexto anterior. Este autor menciona el pequeño río «Baetulo» junto al Mons Iovis (Monte de Júpiter), que debe identificarse con el actual río Besós. Según Guitart, «La identidad del topónimo para el río y el oppidum, a pesar de la distancia que los separa, nos hace sospechar la influencia que tuvo que tener el río en el desarrollo del poblamiento» (Guitart, 1976: 22).

Como veremos más adelante, los íberos muy probablemente usaban el nombre de Baitolo para el poblado ibérico del Turó d’en Boscà y, simultáneamente, también para el río que hoy en día conocemos como Besós. Esta toponimia de Baitolo, que definiría toda una zona fuertemente influencia por la desembocadura del río, será posteriormente copiada por los romanos con el nombre latinizado de Baetulo (Ferrer, Sinner, 2019: 162).

 

3. La fundación de la ciudad

En el año 218 a. C., en los inicios de la Segunda Guerra Púnica (218-201 a. C.), el ejército romano de Cneo Cornelio Escipión desembarcó en Empúries (Ampurias), en el conocido intento de cortar la retaguardia de las tropas de Aníbal y sus redes de suministros. Esta llegada por vía marítima no sólo supuso la ocupación militar y política de la zona, sino también el asentamiento romano en la costa nororiental y el inicio de la integración de la región y su población indígena dentro del contexto romano (Comas, Padrós. 1992: 5).

Imagen 2: La llegada de Cneo Cornelio Escipión a Ampurias en el 218 a. C. (Albert Álvarez Marsal).

Aunque en el pasado Roma no había tenido intereses directos en Hispania, éstos deciden quedarse en las tierras que habían conquistado y, en su descenso por la costa actual catalana, se asientan en distintas zonas layetanas. Es en este contexto donde debemos enmarcar la fundación de ciudades como Blandae (Blanes), Iluro (Mataró) y por supuesto, Baetulo (Badalona), nuevos núcleos urbanos desde donde los romanos iniciarán durante el siglo I un nuevo modelo de estructuración del territorio y organización del campo (Comas, Gurri. 2003: 15).

De esta forma, la ubicación de Baetulo, cuya fundación se ha datado entre el 80 y el 70 a. C., tenía la finalidad concreta de ser una de las principales estructuras de la nueva organización territorial de la Layetania (Clara Forn et al. 2020: 49). La ciudad estaba situada justo frente al mar, sobre una pequeña colina entre dos rieras, la de Martí Pujol y la de Matamoros. La difícil topografía del terreno donde se ubicó Baetulo obligó inicialmente a realizar un sistema de terrazas para salvar el desnivel existente (Comas, Gurri. 2003: 20).

A diferencia de las ciudades en su interior, los núcleos urbanos romanos de la costa no solían ser demasiado grandes. A pesar de ser el núcleo urbano de referencia en la layetania hasta la fundación de Barcino, la ciudad de Baetulo era más bien pequeña, cuyas dimensiones no debieron sobrepasar las 11 hectáreas en el momento de su fundación (Clara Forn et al. 2020 : 49).

Por lo que se refiere a su planta, históricamente se le había otorgado una forma rectangular, pero las nuevas investigaciones apuntan más hacia una morfología ortogonal irregular, especialmente en el límite oriental, donde observamos una irregularidad similar a otras ciudades como Tarraco, Augusta Emerita, Corduba, Carthago Nova o la propia Pompeya.

 

3.1 Baetulo en los autores clásicos

Respecto a la fundación concreta de la ciudad sabemos más bien poco. Los pasajes de los autores clásicos que mencionan Baetulo son escasos y poco explicativos. La mención más antigua de Baetulo la tenemos en la obra De Chorographia del geógrafo hispanoromano Pomponio Mela, fechada en el año 43/44 d. C., en la que se describe así la costa catalana:

«At si littore legas, a Cervaria pròxima est rupes quae in altum Pyrenaeum extradit. Dein Ticis flumen ad Rhodam, Clodianum ad Emporias, tum mons Iovis, cuius partem occidenti adversam, eminentia cautium, quae inter exigua spatia ut gradus subíndex consurgunt, Scalas Hannibalis adpellant. inde ad Tarraconem parva sunt oppida Blande, Iluro, Baetulo, Barcino, Subur, Tolobi; parva flumina Baetulo iuxta muntem, Rubricatum in Barcinonis litore, inter Subur et Tolobin Maius (…)» (MELA, II, 89-90)

«Si sigues la costa, desde Cervera [ciudad francesa de Cerbère], cerca de usted hay una roca que sobresale hacia el alto Pirineo. A continuación el río Ticis [el Ter], junto a Rhoda, el Clodium [Fluvià] junto a Emporiae, después el monte de Júpiter, donde en su vertiente occidental sobresaliendo de las rocas que en muy poco espacio se elevan rápidamente como escalones, la llamada Scala Hannibalis. Desde allí hasta Tarraco se encuentran las pequeñas poblaciones de Blande, Iluro, Baetulo, Barcino, Subur, Tolobi; y los pequeños ríos: el Baetulo [Besós], junto al monte Júpiter, el Rubricatum [Llobregat] en la costa de Barcino, y el Maius, entre Subur y Tolobi» (Guitart, 1976: 19).

Otro texto del siglo I d. C. donde se nos menciona la ciudad de Baetulo es la Naturalis Historia de Plinio el Viejo, escrita entre los años 77 y 79:

«[21] (…) regio Ilergetum, oppidum Subur, flumen Rubricatum, a quo Laeetani et Indigetes … [22] in ora autem colonia Barcino cognomine Faventia, oppida civium Romanorum Baetulo, Iluro, flumen Arnum, Blandae, flumen Alba…» (PLINI, III, 21-22)

«La región de los Ilergetes, la población de Subur, el río Rubricatum [Llobregat], a partir del cual comienzan los lacetanos y los indigetas. (…) En la costa, la colonia de Barcino, llamada Faventia, y las poblaciones de ciudadanos romanos de Baetulo, Iluro, el río Arno, Blandae, el río Alba, (…)» (Guitart, 1976: 19).

Finalmente, el último autor que cita a Baetulo en alguna de sus obras es Claudio Ptolomeo a mediados del siglo II d. C, a pesar de confundir erróneamente el río Rubricatum (Llobregat) por el Besós (Guitart, 1976: 23).

 

3.2 El debate entorno a la definición de Oppidum civium romanorum

Aparte de la simple mención de la ciudad en las listas de poblaciones en Hispania de estos autores, lo más destacable de las citas es la calificación de Baetulo como un oppidum parvum y, especialmente, como un oppidum civium Romanorum, es decir, «una comunidad de ciudadanos romanos».

El término oppidum, que traducimos convencionalmente como población, comunidad, o ciudad mínimamente fortificada, aparece repetidamente en las listas de Plinio claramente diferenciada de la palabra civitas. El autor romano nos presenta la Hispania Citerior formada por 294 civitates y únicamente 194 oppida. Josep Guitart Duran diferencia claramente estas dos formas de población, definiendo las civitas como «una comunidad no necesariamente con un punto central constituido en ciudad» y los oppidum como «el punto central del cual depende toda una población instalada en la comarca circundante más o menos extensa» o, más concretamente, «el término utilizado para designar a un centro urbano» (Guitart, 1976: 20).

Más difícil es la categorización exacta de oppidum civium romanorum que Plinio aplica en Baetulo. De los 179 oppida que el autor sitúa en la Hispania Citerior, sólo 13 eran de ciudadanos romanos, y de éstas sólo menciona a Baetulo, Iluro y Saguntum (Guitart, 1976: 20). Parte de la historiografía moderna ha interpretado esta cita vinculándola a la forma jurídica de municipio civium romanorum surgida en la bellum sociale (91-87 d.C.), después de que Roma realizara concesiones de ciudadanía a los habitantes de municipios latinos que permanecieron leales al estado (Guitart, 1976: 20).

Para historiadores como Theodor Mommsen la denominación municipium subsistió por aquellas ciudades que habían pasado de ser municipios latinos o ciudades federadas a ciudades de ciudadanos romanos. Esta explicación podría servir por el caso de Baetulo, aunque otros historiadores más contemporáneos la han cuestionado. Tal es el ejemplo de Charles Saumagne, quien definía los oppidum civium Romanorum como «comunidades elementales formadas por ciudadanos romanos de ascendencia antigua e italiana o naturalizados individualmente, y que han estado establecidos o reagrupados por la autoridad romana en determinados lugares para vivir en forma asociativa de carácter principalmente rural, relativamente autónomos, en torno a un punto de protección o de defensa, un castellum, normalmente un oppidum» (Guitart, 1976 : 21).

Otros historiadores como Jacques Gascú defienden que tras la denominación de oppida civium Romanorum Plini designa de forma no técnica «unas ciudades donde estaba atestiguada una fuerte presencia romana: entre estas ciudades, algunas probablemente habían obtenido bajo César o Augusto estatuto municipal, otros no eran más que civitates indígenas donde habían venido a instalarse en gran número colonos italianos o romanos y en las que éstos tenían una posición muy fuerte, otros simples castella (aglomeraciones fortificadas sin organización municipal) o pagi (circunscripciones territoriales de la longitud de una colonia) habitadas por colonos romanos. Nada permite exponer con certeza cuál fue el papel de Augusto en la creación de estos oppida, aunque se pueda suponer que muchos se remontan a Augusto (Guitart, 1976: 22).

Dentro de esta discusión entre varios historiadores recogida por Josep Guitart y Duran, la tesis promocional de J. Gascú parece tener sentido y encajar tanto con la mención de Plinio (oppidum civium Romanorum) como con los restos materiales que se son conservados de la ciudad.

Tanto el estudio de la técnica constructiva utilizada en los sectores conocidos de la muralla (contemporánea a la primera presencia romana en la colina) como la cerámica campaniense hallada no sólo permitió situar cronológicamente la fundación de la ciudad hacia principios del siglo I a. C., sino que también posibilitó ya en la década de los setenta afirmar que se trataba de una fundación ex novo por iniciativa de la autoridad romana, descartando una relevante presencia indígena o pre-romana anterior en el Turó d’en Rosés (Guitart , 1976: 239). Según Guitart, de haber existido, hablaríamos de un núcleo urbano anterior de «dimensiones ínfimas, y de una importancia muy reducida, hasta el punto de que, incluso en el caso improbable de una existencia, queda justificada la calificación ex-novo que hemos aplicado a la fundación de la ciudad» (Guitart, 1976: 240).

Los restos ibéricos descubiertos en la Calle Coll y Pujol a finales de 2019, cronológicamente coetáneos en los de Can Calvet y Puig Castellar (siglo IV), nos muestra que los íberos no sólo tenían presencia en las colinas elevadas de la Cordillera de Marina sino que, como a agricultores y ganaderos, también extendían su dominio por las llanuras del litoral catalán. No parece descabellado, pues, sugerir una posible presencia ibérica sobre alguna parte de la colina, es decir, el espacio donde posteriormente se conformaría la ciudad de Baetulo. Sin embargo, la arqueología no ha encontrado ningún resto material que confirme esta tesis y apunta más hacia una creación ex novo al margen del núcleo predecesor, el poblado ibérico del Turó d’en Boscà, con una rotura topográfica clara (Comas, Padrós. 1992: 5).

 

3.3 Composición de la población fundadora de la ciudad

Aceptado el principio fundación ex novo y la cronología aproximada (80/70 a.C.), habría que preguntarse quién llevó a cabo esta fundación y cuál sería la composición de la población instalada.

Tanto por la época y la relativa magnitud de la ciudad, Guitart defendía ya en los años setenta que se trataba de una fundación llevada a cabo por la autoridad romana (Guitart, 1976: 240). Años más tarde, M. Comas y P. Padrós afirmaban también que Baetulo se trataba de una fundación romana «hecha con aportación colonial, con inmigrantes itálicos, que utilizaría el modelo colonial romano, a pesar de no haber recibido el título ni el estatus jurídico de colonia» (Comas, Padrós. 1992: 7).

Esta aportación colonial ha venido confirmada por la nueva generación de investigadores (Clara Forn et al. 2020: 49), quienes lo argumentan a partir de la mención de Plinio de oppidum civium Romanorum y la clara afiliación romana de la fundación de la ciudad, que no sólo se representa en su urbanismo fundacional sino también en la tipología de sus edificios públicos y privados, mostrando una total influencia itálica, especialmente visible en las domus (Forn, Padrós, 2022: 58).

Guitart, por su parte, veía paralelismos claros entre la fundación de Baetulo y los oppida civium Romanorum del África Proconsular, donde Cayo Mario instaló a un grupo de ciudadanos romanos con el consecuente reparto de tierras autorizado por las leges Appuleiae (Guitart, 1976: 240). A pesar de la falta de pruebas, «pensar que la base de la fundación de Baetulo pudo ser el establecimiento de veteranos de Mario en virtud de esas mismas leyes, no sólo no nos parece descabellado, sino que quizá sea la interpretación más verosímil a la luz de los datos arqueológicos estudiadas» (Guitart, 1976: 240).

Independientemente de esta posibilidad, sí tenemos más o menos constancia de las invasiones del noreste de la península ibérica por parte de los pueblos del Norte (Cimbros, Teutones, Helvecios) a lo largo del siglo II a. C (Comas, Padrós. 1992: 5). En el 105 a. C., derrotados los ejércitos romanos en la Batalla de Arausio, los cimbros saquearon Languedoc y penetraron en la Hispania Citerior. No tenemos evidencias escritas sobre sus entradas en la península, pero sí sabemos las consecuentes calamidades que supusieron hasta la derrota en el 104 a. C. a manos de los celtiberos (Guitart, 1976: 241).

Estos acontecimientos tuvieron que poner de manifiesto la fragilidad de la infraestructura defensiva y la necesidad de dotar la región de plazas fuertes. Tal urgencia, unida a la necesidad de instalar los veteranos, nos dibujaría el marco aproximado en el que se pudo inscribir la fundación de Baetulo: «un grupo de ciudadanos romanos, a los que se les reparte tierras, constituiría el núcleo inicial de ese oppidum civium Romanorum que en tierras italianas habría recibido probablemente la categoría de colonia (…)» (Guitart, 1976: 241).

Más allá de estos debates, las investigaciones actuales en torno a Pepita Padrós y Clara Forn se ciñen a interpretar la mención de Plinio de oppidum civium romanorum como «un asentamiento urbano fortificado con presencia consolidada de ciudadanos romanos y con un componente indígena importante ya romanizado» cuya fundación «formaría parte del programa de fundaciones urbanas que impulsó Roma a finales del siglo II e inicios del siglo I a.C. con la finalidad de ser uno de los elementos vertebradores de la nueva ordenación territorial de la Layetania, que comportó la implantación de nuevas pautas de transformación del territorio» (Forn et al. 2020: 49; Forn, Padrós, 2022: 58).

 

4. La Baetulo republicana

4.1 La ciudad ex novo

Baetulo tiene la «mala suerte» de estar asentada sobre toda una ciudad moderna, con todas las dificultades de cara a la investigación que esto implica. Dicho esto, las pequeñas pero constantes intervenciones arqueológicas han ido avanzando progresivamente el conocimiento sobre ella, obligando a retocar la planimetría de la ciudad planteada originalmente por el doctor Josep Guitart en la década de los setenta (Padrós, 1985: 95-102).

El urbanismo de la ciudad de Baetulo mantiene una ordenación y distribución urbanística ortogonal tendiente a la regularidad, propia de una fundación tardorrepublicana ex novo (Forn, Padrós, 2022: 58). Las intervenciones arqueológicas realizadas en los últimos años han permitido ampliar de forma notable el conocimiento del espacio urbano y, en consecuencia, se ha establecido una nueva hipótesis sobre el perímetro urbano y su distribución interna (Imágenes 3 y 4).

Imagen 3: Plano con la nueva planta de Baetulo y el suburbium occidental: 1: Can Peixau; 2: la Estrella; 3: Coll i Pujol; 4: Illa Fradera (Forn, Padrós, 2022: 59).

La nueva planimetría propuesta en 2021 por el equipo de arqueólogos vinculado al Museo de Badalona (Pepita Padrós Martí, Clara Forn Perramon y Jacinto Sánchez) sigue siendo ortogonal, pero no tan rectangular como se había pensado anteriormente. Se han ampliado los límites sur, este y norte de la ciudad, calculada aproximadamente de 14 hectáreas y con una nueva interpretación de las insulae. Según los investigadores, «la nueva propuesta urbanística, aunque mantiene tres de sus lados completamente regulares, ha podido atestiguar una irregularidad en el trazado NE, fruto de su adaptación a la topografía del promontorio dónde se emplazó la ciudad» (Forn, Padrós, 2022: 58).

Imagen 4: Las diferentes planimetrías de la ciudad propuestas a lo largo de cuatro décadas de investigación (Museu de Badalona, 2022).

Por lo que respecta al urbanismo fundacional de la Baetulo republicana, en las primeras fases ya se documenta la existencia de una muralla que protegía y delimitaba el conjunto urbano, así como un sistema de terrazas pensado para salvar las pendientes del terreno donde se asentaba la ciudad, especialmente bruscos en la parte baja cercana al mar (Comas, Padrós. 1992: 7).

El foro, ubicado en el corazón del Turó d’en Rosés y ​​con una clara funcionalidad de articulación de la ciudad, indica también una cierta especialización fundacional, en tanto que dividía la parte alta, es decir, la zona residencial formada por amplias casas, y la parte baja, cruzada por la Vía Augusta, muy cercana a la costa y destinada a usos comunitarios (Montserrat Comas, Pepita Padrós. 1992: 7). La ubicación del foro se estableció en los estudios precedentes a partir de los hallazgos epigráficos y del análisis de la propia distribución interna y orientación de la trama urbana, consecuencia de una carencia total de datos (Forn, Padrós, 2022: 59).

Una de las edificaciones en la zona comunitaria fueron las termas, datadas en el momento fundacional de la ciudad (Comas, Gurri. 2003: 26). Las termas, un espacio de socialización muy importante en las ciudades romanas, fueron uno de los primeros elementos introducidos por los romanos en la península ibérica. Con las de Valentia, Empúries y Ca l’Arnau, las termas de Baetulo representan una de las primeras construidas en la península ibérica y uno de los edificios más conocidos de Baetulo.

Las termas públicas tardo-republicanas, de dimensiones modestas e integrado en la estructura urbana de la época fundacional de la ciudad (80-70 a.C.), constituyen uno de los edificios visitables en la actualidad. Ocupando parte de una insula, inicialmente fue concebido con un cuerpo cerrado de 350m2 formado por las tres salas esenciales: apodyterium, tepidarium y caldarium, así como diversas dependencias de servicios y un patio (Imagen 5). El conjunto termal alto-imperial, por otro lado, se caracterizó por un edificio de carácter público de mayor tamaño -más de 800 m2- y por la monumentalidad de la construcción. Situado en el barrio portuario de Baetulo, el edificio se organizaba en torno a tres ámbitos rectangulares: El frigidarium, con el alveus en el propio ábside, constituiría el ámbito oriental, mientras que el tepidarium el central y el caldarium el occidental (Forn, Padrós, 2022: 61).

Imagen 5: Termas tardo republicanas (Museu de Badalona).

La situación geográfica de la ciudad en una comarca de grandes posibilidades agrícolas hizo que al poco de fundarse, a mediados del siglo I a. C., el campo de sus alrededores se poblara de vilae agrícolas especializadas en la producción de vino, concretamente en los alrededores de la Vía Augusta. De hecho, la producción de vino pasó a ser tan abundante que provocó un excedente y permitió su comercialización fuera de la Layetania (Comas, Padrós. 1992: 8).

Posiblemente en este período de bonanza Baetulo fuera una de las ciudades con fuerte presencia de ciudadanos romanos que obtendría bajo César o Augusto un estatuto municipal (Guitart, 1976: 22). Concretamente en época Augustal la ciudad llegaría a su esplendor, arqueológicamente manifestado en una coetánea expansión extra-muros muy ligada al primer recinto fundacional (Guitart, 1976: 243). Este apogeo de la ciudad también se ejemplifica con la construcción de toda una red de saneamiento y gestión del agua, incluyendo pozos, depósitos de agua privados, canalizaciones de plomo y una serie de colectores construidos en los cardines, que drenaban la parte alta y la pendiente del promontorio hacia el mar atravesando toda la ciudad (Forn, Padrós, 2022: 60).

Las nuevas investigaciones apuntan a que durante la primera mitad del siglo II d. C. la ciudad sufrirá una refundación y transformación urbana que, a pesar de afectar al trazado tardo-republicano, evitaría que la ciudad no se abandonase en su conjunto. De esta transformación se construirán una gran domus, diversas infraestructuras y un teatro. Este último, cuya vocación era la de «contribuir de forma importante a la monumentalización de la ciudad», no aprovechó elementos topográficos existentes, sino que contó con una estructura totalmente exenta simultáneamente integrada a la trama urbana junto al foro (Forn, Padrós, 2022: 62). De momento solo se tiene constancia arqueológica de un muro semicircular y siete tramos de muros radiales adosados al mismo, aunque su estructura ha quedado en parte fosilizada en la trama urbana actual de la ciudad (imagen 6).

Imagen 6: Vista aérea del teatro, en parte fosilizado en la trama urbana actual de la ciudad (Google)

En cuanto a los edificios privados, se han identificado más de 20 unidades domésticas distribuidas en los diferentes sectores de la ciudad, pertenecientes a diferentes cronologías y tipologías, destacando dos grandes tipologías arquitectónicas con características similares: Por una parte, una serie de unidades con una estructura más sencilla, situadas en su mayoría en la parte baja de la ciudad, entre la via Augusta y el foro. Y por otra, edificios más complejos y de una mayor superficie, ubicados por encima del foro (Forn, Padrós, 2022: 62).

Baetulo continuaría en cierta dinámica de esplendor hasta el Siglo III d. C, cuando la ciudad entra en decadencia. Los tres monumentos funerarios tardo-imperiales conservados en el Museo de Badalona, concretamente depositados sobre calles abandonadas que anteriormente conectaban la tan importante parte baja de la ciudad, permiten apreciar claramente este proceso de declive urbano.

Fuera del recinto de Baetulo, las diversas intervenciones arqueológicas han permitido conocer la ocupación y el poblamiento en el área suburbana occidental de la ciudad. Son cuatro zonas «Coll i Pujol», «Illa Fradera», «Can Peixau» y «la Estrella», situadas en torno a la via Augusta en las que se han documentado espacios de hábitat, áreas artesanales/productivas y zonas de necrópolis. Otros hallazgos antiguos, fortuitos y dispersos, confirman la ocupación de este suburbium, desde inicios del siglo I a.C. hasta la Antigüedad Tardía (Forn, Padrós, 2022: 65).

 

4.2 La romanización de la población indígena en Baetulo

Aparte de la presencia de ciudadanos romanos e inmigrantes itálicos, parece evidente que la ciudad contó desde un principio con población indígena anteriormente encuadrada en los distintos poblados ibéricos de la zona, una dinámica que conocemos como romanización y que comportaría a largo plazo la desaparición de la cultura ibérica en la totalidad del territorio conquistado de Hispania. Los cambios aportados por los romanos incidieron de manera tan determinante sobre los íberos que éstos acabaron adoptando sus costumbres, creencias e incluso su lengua y escritura (Comas, Gurri. 2003: 15).

Aunque la arqueología nos da algunas pistas a través de las monedas y estelas funerarias, la cronología nos indica claramente que la integración de la población indígena en la nueva ciudad debió ser rápida y pacífica (Guitart, 2010: 152). El proceso de abandono del Turó d’en Boscà, situado alrededor del 100 a. C., coincide claramente con la fundación de Baetulo, que ya hemos datado entre el 90/80 y el 80/70 a. C. (Padrós 2012, 49).

Pero los hallazgos que mejor exponen la integración indígena dentro del mundo romano en Badalona son las estelas funerarias ibéricas, descubiertas en el interior del casco urbano (Guitart, 2010: 152). Fechadas en la primera mitad del siglo I a. C., se tratan de estelas funerarias tipológicamente romanas pero escritas en íbero (Comas, Surroca. 2003: 19). La existencia de ciertos nombres repetidos nos intuye a pensar en personajes de notable capacidad económica, posiblemente miembros de la élite íbera integrada en la realidad romana capaces de costearse la colocación de estelas en la ciudad.

Dos de estas estelas fueron encontradas en las excavaciones arqueológicas realizadas en la plaça de Font i Cussó (hoy en día expuestas en el Museo de la ciudad), donde se encontraron formando parte de las losas de cubierta de la alcantarilla del cardo máximo de la ciudad (Comas, Gurri. 2003: 19). Este «final» de las estelas ejemplifica de forma muy didáctica el progresivo abandono de las costumbres, lengua y escritura ibérica característico de cualquier proceso clásico de asimilación cultural en contextos coloniales.

Imagen 7: Estelas ibéricas de Badalona, las dos de la derecha encontradas en el año 2000 como losas de cubierta de la alcantarilla del cardo máximo de la ciudad (Museu de Badalona).

Por otro lado, aparte de las estelas, también tenemos constancia de que la Baetulo republicana acuñó moneda con la leyenda de «Baitolo» (Padrós 2012: 50). Aunque estos hallazgos son escasos y la circulación fue más bien local (Padrós 2012: 54), las inscripciones de monedas en ibérico nos muestra la pervivencia de la escritura indígena dentro de la estructura  romana durante las fases iniciales de la ciudad, otro ejemplo de integración de población indígena en la nueva realidad urbana.

Este topónimo de «Baitolo», que no aparece en ninguna fuente clásica, merece un análisis aparte. Como hemos visto anteriormente, las fuentes clásicas del siglo I d. C. identifican a Baetulo, actual Badalona y posiblemente la adaptación latina de «Baitolo», como el nombre de una ciudad situada entre Barcino (Barcelona) e Iluro (Mataró), pero también como el de un pequeño río cercano – el Besós –, que probablemente sería en origen lo que habría dado nombre a la ciudad (Ferrer, Sinner, 2019: 160).

Aunque las emisiones de la seca «Baitolo» se sitúan cronológicamente en la ciudad romana, concretamente en siete emisiones distribuidas durante el primer cuarto del s. I a.C., Joan Ferrer y Alejandro G. Sinner han llegado a preferir el término «Baitolo», ya que «en el momento de su fundación, casi todos los pobladores de la nueva ciudad del Turó d’en Rosés, todavía Baitolo según sus emisiones de monedas, eran íberos» (Ferrer, Sinner, 2019: 160).

Este hecho podría acreditarse a partir de la epigrafía, dado que la única documentación epigráfica identificada en el momento fundacional y en gran parte del siglo I a. C. en época republicana de la ciudad es ibérica (Torra, 2009: 18). Además, añaden Ferrer y Sinner, «muy probablemente las élites dirigentes eran también iberas, y serían las responsables de la emisión de las monedas de bronce de Baitolo con leyenda e iconografía ibérica» (Ferrer, Sinner, 2019: 160).

El topónimo de «Baitolo», pues, posiblemente designaría tanto el río cercano como el poblado ibérico del Turó d’en Boscà, abandonado en paralelo a la ocupación romana, un uso doble que también vemos en las fuentes clásicas romanas que mencionan tanto la ciudad como el río Baetulo con el mismo nombre (Ferrer, Sinner, 2019: 162). Esta adaptación de nombres locales como topónimos de las nuevas ciudades no es único de Baitolo / Baetulo, sino que también lo vemos en el caso de la ciudad vecina de ildur / Iluro, o en la misma Barkeno / Barcino, por poner dos ejemplos.

 

5. Apuntes finales y conclusiones

Tanto los restos materiales como las fuentes escritas han permitido a los historiadores y arqueólogos llegar a una serie de conclusiones sobre los orígenes y fundación de la ciudad. A pesar de las dificultades que entraña la investigación de una ciudad enterrada sobre la actual Badalona, ​​el conocimiento sobre Baetulo y los asentamientos a su alrededor es cada día mayor.

No se puede decir lo mismo del poblado ibérico del Turó d’en Boscà. Abandonado en gran parte por las instituciones, la última campaña fue realizada en 1989 y cerca de un 80% del yacimiento yace aun por excavar. Nuevos trabajos arqueológicos permitirán conocer mejor esta importante pero desconocida población ibérica de la Layetania que, como vemos visto, tiene una relación evidente con la fundación de la ciudad romana.

Por lo que se refiere a Baetulo, el actual equipo formado por Pepita Padrós Martí y Clara Forn Perramon está liderando las nuevas investigaciones que recientemente han propuesto una planimetría urbana considerablemente diferente a la que se tenía con anterioridad.

Del mismo modo, deben agradecerse los trabajos de historiadores y arqueólogos como Josep Guitart Duran y Pepita Padrós que desde los años setenta no sólo se han involucrado en las progresivas intervenciones arqueológicas de la ciudad sino que también han mostrado una preocupación por recopilar, ordenar y hacer llegar al público general los descubrimientos que poco a poco iban aflorando. Independientemente de que a día de hoy gran parte de estas obras hayan quedado anticuadas en algunos aspectos, los libros, manuales y artículos de Josep Guitart o Pepita Padrós sentaron las bases del conocimiento e investigación actual de la ciudad romana.

 

6. Bibliografía

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