Si bien se había buscado una solución a la oxidación de los metales durante años, quien lo logró fue Harry
Brearley. En 1912, Brearley estuvo experimentando con distintos materiales para crear un cañón de pistola
que no se oxidara, pero no lo logró y dejó de lado las investigaciones. Meses más tarde, por casualidad
encontró las muestras y notó que 1 los cañones aún mantenía su brillo. Luego de analizarlo, notó que un
12% de cromo en la composición lograba acero inoxidable.
