¿Se destrozan coches de verdad en las películas?
Las persecuciones, los derrapes espectaculares y los coches que arden son un clásico de Hollywood. Y sí, la mayoría se hacen con coches de verdad.
Coches que giran sobre sí mismos y salen casi intactos, que alcanzan una velocidad de vértigo zigzagueando por la carretera sin perder la dirección o que saltan obstáculos para aterrizar en un prado sin que se rompan los amortiguadores son escenas que vemos habitualmente en el cine. ¿Pero cómo se ruedan? ¿Tienen truco? ¿Se hacen con coches a escala? ¿son reales? Una de las técnicas consiste en filmar a velocidad muy lenta, a veces tan baja que apenas hay riesgo de que se dañe la carrocería. Después, en la sala de montaje la escena se acelera hasta parecer que los coches van a 200 por hora y nos hacen botar en los asientos.
Cuando no se puede recurrir a este truco, se utilizan dobles, pilotos especialistas que se encargan de rodar las escenas de riesgo. Y los coches que se emplean son sometidos a cambios para mejorar la seguridad al conductor. Lo más habitual es mejorar los amortiguadores para que puedan soportar grandes saltos y el peso adicional de soportar las cámaras que les suelen colocar encima.
También se utilizan frenos de mayor diámetro y discos carbo-cerámicos, una idea que surgió en la industria de la aviación y que después fue implementada en las carreras de Fórmula 1. Hoy los llevan muchos coches de alta gama. La ventaja de estos discos es que no solo tienen un altísimo poder de frenado sino que son muy resistentes a las roturas.
Claro, así es como se ruedan las películas modernas porque en los años 70 todo era más rudimentario. En la película 60 segundos, de 1974, que incluye una de las persecuciones automovilísticas más famosas y largas de la historia del cine se destruyeron 93 coches, porque en aquellos tiempos no se usaban grandes efectos especiales. El espectacular salto desde diez metros de altura del Eleanor amarillo a rayas negras fue auténtico y muchos de los accidentes que aparecen no estaban programados sino que pasaron de verdad.
En general, podemos decir que los coches, motos y camiones que el cine destruye en carreras, persecuciones, choques o explosiones son totalmente auténticos y reales. Muchas veces se sacan de desguaces y se tunean. Por ejemplo, si un automóvil vuela en una explosión, puede que lo único imprescindible para rodar la escena sea la carrocería. Pero en las persecuciones, los coches no solo son de verdad sino que han pasado una concienzuda revisión para adaptarlos al esfuerzo que requiere la secuencia.
Cuando un automóvil tiene mucho protagonismo en una película, lo normal es que en el rodaje se utilicen varios modelos iguales. Por ejemplo, hubo 12 versiones del coche de los Blues Brothers en Granujas a todo ritmo (1980), película que durante un tiempo ostentó también el récord de choques de automóviles; todos eran de segunda mano y fueron comprados a la Patrulla de Tráfico de California.
Películas posteriores como Dos policías rebeldes 2 (2003) no vacilan en mezclar vehículos reales con otros creados por ordenador para hacer las persecuciones más espectaculares. En general, en los últimos años, la realidad virtual está sustituyendo a los coches de verdad. Una excepción fue el Ferrari que conducía Martin Lawrence en la citada película: no solo era real sino que pertenecía al director de la película, Michael Bay.
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