¿Por qué nos da miedo la sangre?
La sangre circula por el interior del cuerpo, lo que la hace habitualmente invisible a nuestros ojos. Cuando la vemos fuera de él, adquirimos la idea inconsciente de que nuestra integridad corporal ha sido dañada. Además, la sangre es fuente de transmisión de enfermedades. Y si a esto le sumamos el fuerte simbolismo que tiene en las diversas culturas -en algunas llega a ser un tabú-, una cierta repulsión a su visión resulta normal e incluso es señal de que nuestro instinto de supervivencia funciona. Pero si el miedo fuera patológico, lo que en psicología se conoce como hemofobia, puede llegar a incapacitar al individuo cuando deba someterse a cuidados médicos. Esto sucede porque la respuesta corporal ante la sangre es diferente a la que se da en el resto de las fobias, pues suele ir acompañada de aumento del ritmo cardiaco y de la presión arterial. Esta reacción cesa de golpe para dar lugar a mareos y, en ocasiones, incluso a desvanecimientos. Para superar esta fobia, algunos expertos aconsejan seguir una terapia de exposición, que consiste en colocar una aguja cerca de la vena y retirarla cuando baja el ritmo cardiaco. Con la repetición del proceso acaba normalizándose la reacción.