Durante siglos se ha atribuido a la luna llena la causa de la epilepsia. Esta enfermedad, que se caracteriza por las convulsiones que provoca, ha sido incluso llamado «mal lunar», y quienes lo padecían, «lunáticos».

Así, San Mateo usó este término para referirse a un epiléptico sanado por Jesús. Ya en el siglo III, en su Liber medicinalis, Quinto Sereno responsabilizaba de esta enfermedad a una deidad que actuaba como venganza a través de la Luna.

Aunque desde luego no existe relación entre ambos fenómenos, entre las «teorías» más absurdas que achacan a nuestro satélite el desarrollo de estos males, una llega a explicar que como la luna calienta la atmósfera, el cerebro se derrite en parte, lo que provoca un ataque.

Una hipótesis más ingeniosa, anunciada en 1999 por C. L. Raison, del Departamento de Psiquiatría del Instituto Neuropsiquiátrico de la Universidad de California, establece que antes de la llegada de la luz eléctrica, la luna era una importante fuente de iluminación nocturna que afectaba al ciclo del sueño-vigilia, sobre todo cuando estaba llena. Este fenómeno, según Raison, podía haber sido suficiente para inducir una manía en algunas personas aquejadas de ciertos trastornos. Con la llegada de la electricidad, el efecto habría desaparecido, especialmente en las ciudades.