La osamenta humana crece sin pausa desde la infancia hasta la pubertad -en torno a los 16 años para las chicas y 18 para los chicos-, aunque la maduración puede completarse entre los 20 y 24 años.

Este desarrollo está sometido a un estrecho control endocrino; en particular, a la acción de la hormona del crecimiento.  

Dos tipos de células intervienen, con tareas completamente opuestas, en el proceso: mientras que los osteoblastos fabrican los huesos con fibras de colágeno y calcio, los osteoclastos descomponen dicho colágeno y liberan calcio en la circulación sanguínea. Cuando el cuerpo crece, las células constructoras trabajan más que las destructoras.