¿En qué naves iremos a Marte?
La distancia entre la Tierra y el Planeta Rojo depende de la posición relativa de ambos planetas. Aun así, nunca se encuentran a menos de 55 millones de kilómetros. La NASA calcula que con la tecnología actual una misión tripulada tardaría en el mejor de los casos entre seis y siete meses en salvar ese abismo, un viaje que, según concluyó un grupo de analistas de esta misma agencia a finales de 2007, podría tener lugar en 2028.
En esencia, el plan supone enviar en diciembre de ese año y enero de 2029 el hábitat que ocuparán los astronautas y la carga. Todo ello sería lanzado a bordo de enormes cohetes ARES V, los vehículos que pronto sustituirán a los desfasados transbordadores espaciales, que alcanzarían su objetivo entre octubre y noviembre. En febrero de 2031 les seguiría la tripulación, que pisaría la superficie marciana en agosto de ese mismo año.
Además de ser un impresionante reto económico y logístico, la aventura plantea importantes desafíos científicos, como prevenir la exposición de los astronautas a los dañinos rayos cósmicos, los efectos sobre el organismo de un largo viaje en un entorno de baja gravedad o los problemas psicológicos derivados del aislamiento y la falta de intimidad. Por ello, la NASA y otras agencias espaciales investigan motores más eficientes y otros sistemas de impulsión capaces de reducir la duración del viaje y abaratarlo.