Ningún geólogo se aventura a pontificar sobre este tema, pero parece factible que se trate del Sáhara. Situado en el norte de África, es el desierto no polar más grande del mundo y se expande a lo largo de trece países. Ocupa entre 8,6 y 9 millones de km2, una superficie muy similar a la de Estados Unidos. Esta cifra desmesurada no es alcanzada ni de lejos por otras regiones estériles de la Tierra, como el desierto de Arabia Saudí, con 2,5 millones de km2, y el de Gobi, que ronda los 1,2 millones de km2.

La imagen popular que tenemos de un desierto es un inmenso espacio cubierto por una kilométrica capa de arena que, dicho sea de paso, se forma por la erosión eólica de las rocas. Sin embargo, la realidad es muy diferente. El 70% del Sáhara está formado por grava pura y roca, por lo que los depósitos arenosos solamente constituyen la tercera parte de toda su extensión. Como dato curioso, podemos destacar que el viento a veces barre gigantescas extensiones desérticas, dejando al descubierto un fondo pétreo y adoquinado que recibe el nombre de serir o reg. Así se han formado los loes de China, alfombras de arena procedente de los desiertos de Asia Central con más de 600.000 km2 de extensión y 100 metros de profundidad.